viernes, 24 de septiembre de 2010

A confesion de parte...

A CONFESION DE PARTE RELEVO DE PRUEBA


Solamente quien se mantiene indiferente, desinformado o prefiere hacer lo que hace el avestruz, puede ignorar que es lo que en realidad pasa hoy en la política argentina y cual es el rol que dentro de la misma juega la oposición.
El autodenominado “Grupo A “, rejuntado de diversas expresiones, que operan en el Congreso Nacional a favor de los monopolios, pretende unificarse únicamente para confrontar con el proyecto nacional y popular del kirschnerismo, haciendo del “no” su única propuesta política. El vedetismo de algunos, el mesianismo de otros y la voluntad de todos de convertirse en corruptos felpudos de los Magneto, los Biolcati, los Grondona y todos aquellos agentes del poder económico, cómplices de la dictadura, hace que pese al perfil ideológico derechista que los asemeja, no logren articular no solamente una idea, sino además una acción común que les permita aparecer ante la opinión publica con cierta coherencia.
Si bien esto es evidente y así lo entiende la inmensa mayoría del pueblo argentino, que madura políticamente a medida que también lo hace el sistema democrático, casi a diario, los “lideres” de esas fracciones, confrontan entre si, merced a que el odio que contra Néstor y Cristina tienen, los enceguece, no les permite pensar y por ende articular alguna propuesta constructiva.
Se oponen a debatir el tema de Papel Prensa, el rol de algunos civiles en la dictadura y toda propuesta que emane del Poder Ejecutivo, aunque esa posición atente contra los intereses del pueblo y el afianzamiento de la democracia.
Ellos, los integrantes del grupo “A”, también compiten sobre las primicias. En efecto, un día es un político y al día siguiente otro, que se acusan mutuamente sobre supuestas traiciones, cambios de opinión, aventajarse entre si, etc. Etc.- Ayer Carrio´, luego De Narváez, luego Sanz y hoy, Sola´, que hace publico su enojo por que el radicalismo presentó un proyecto para intervenir la Provincia de Santa Cruz, sin consultar al resto de los integrantes del grupo “A” , agregando que “Si el radicalismo, va a constituir una oposición independiente, que lo diga, porque esto va a cambiar la relación de fuerzas…” . Realmente, aun y pese a todo lo mediocre e irresoluta que es la oposición, sigue asombrando el grado de bajeza que impera en la misma. Resulta ser, que un partido centenario como la U.C.R. ha dejado de ser una fuerza independiente para engrosar las filas de la inoperancia, el servilismo y la corrupción intelectual. Cuesta pensar, por mas esfuerzo que se ponga para hacerlo, que esta agrupación, insulsa y carente de identidad propia, pretenda, junto a la Coalición Cívica, el Peronismo Federal, el Pro, Proyecto Sur. el Socialismo y el GEN. posesionarse como alternativa para el año 2.011. Las declaraciones de Sola, son por demás demostrativa de la existencia del “mazacote” político que engendra el grupo “A” y cual es su único y excluyente motivo de existencia: Oponerse…oponerse y oponerse. A CONFESION DE PARTE…
NESTOR M. ROMPANI

Jesus

Jesús

I.

Un sol cálido penetraba a raudales en aquel sector del bosque. Los árboles desnudos, descarnados, con su follaje herido mortalmente por la voracidad del otoño, permitían dócilmente el ingreso de sus rayos. Éstos los acariciaban, preanunciando su cíclica resurrección. Las hojas muertas de un color amarillento rojizo dispersas por el piso, otorgaban al lugar un encanto singular. Se lo veía apacible, sereno, digno de ser retratado y exhibido como muestra de la belleza. El silencio, profundo e indescifrable, se vio de pronto cortado por el rumor de suaves pisadas sobre el follaje. Era Tomás que caminaba desorientado por el lugar, caminaba sin rumbo fijo buscando una salida al laberinto que lo rodeaba.
Tomás tenía 10 años y vivía con sus padres en un pequeño caserío lindante con la zona boscosa. Esa mañana presenció ensimismado el vuelo de extrañas y coloridas aves que se internaban en el conglomerado de plantas y árboles. Como si un extraño y misterioso mandato se lo exigiera, emprendió el camino hacia el interior de la selva, siguiendo el surco imaginario que en el cielo dibujaba la bandada. A poco de andar, advirtió que se había perdido. Curtido por rigurosos inviernos y criado en la inhospitalidad de la zona, no sintió miedo. Estaba seguro de que sus padres, sus dos hermanos mayores y aún los propios vecinos, se movilizarían de inmediato al notar su ausencia.
Ramiro y Natalia Taylor, los padres de Tomás, estaban acostumbrados a que el niño hiciera uso de la independencia y libertad que ellos le otorgaban. Pese a ello, comenzaron a preocuparse cuando llegado el mediodía su hijo menor no regresaba. Los hermanos de Tomás, Lautaro y Javier, retornaban de sus tareas de labranza y cría de animales cuando se anoticiaron de la preocupante ausencia. Alertas y poseedores de una intuición magistralmente desarrollada por los hombres acostumbrados a vivir con lo inesperado, soslayaron la comida y comenzaron la búsqueda del niño. Temían que la noche les dificultara hacerlo. Jeremías, vecino y amigo de Tomás, dijo haber visto al niño internarse en el bosque hacía unas tres horas.
A las 4 de la tarde, sintiendo el cansancio de tantas horas de andar sin rumbo fijo, Tomás vio a lo lejos una columna de humo que se alzaba sobre los árboles y hacia allí se encaminó.
Jesús aparentaba más de los 50 años que tenía. Las duras tareas del bosque habían dejado sus visibles huellas. Tenía una larga cabellera lacia, sucia y entrecana y una barba de igual color. Esa tarde estaba hambriento. Había pasado ya la hora del almuerzo. Con desesperación devoraba un trozo de carne de conejo que había caído en una de las tantas trampas que colocaba en los alrededores de su rancho. No usaba utensilio alguno, llevaba la carne fría, que solía asar el día anterior, directamente de sus manos a la boca.
El hombre estaba acostumbrado a la soledad y al silencio. Su oído había adquirido un importante desarrollo que le permitió percibir el sonido de las pisadas cercanas. Ágilmente saltó del rústico banco, tomó el viejo rifle de dos caños y se acercó a la ventana. Se sorprendió de ver al niño pero lo reconoció enseguida. Era el que, a diferencia de los otros chicos, aceptaba naturalmente su presencia cuando bajaba al poblado. Jesús solía ir al pueblo a permutar cueros y carne por comestibles, semillas, cartuchos y repuestos.
La mayoría de los pobladores le temía o le rehuía por su apariencia ruda y agresiva. Quizás por eso era que sentía una ternura especial por aquel niño al cual intuía alegre, vivaz, inteligente y desprovisto de prejuicios.
El chirriar de la puerta que Jesús abrió bruscamente sobresaltó a Tomás.
—Tomás, ¿qué hacés tan lejos de tu casa?- inquirió el hombre con su voz fuerte y carrasposa.
—Hace horas que camino y estoy perdido.
—Entrá amigo, acercate al fuego, debés tener frío… comé un trozo de conejo… sentate y charlemos un rato.
—…
—Tu familia debe estar preocupada. La oscuridad llega muy pronto en el bosque y no estás en condiciones de seguir caminando. Nos vamos a arreglar para que pases la noche acá y mañana te voy a acompañar hasta el poblado.
Tomás siguió en silencio. Miró a su alrededor y a diferencia de lo que hubiera ocurrido con cualquiera de sus amigos, se sintió tranquilo, protegido. Aquel gigantón escondía detrás de ese aspecto hostil una dulzura especial.
Tal como lo había anunciado Jesús, las sombras inundaron muy temprano el entorno del rancho. Los árboles, dejaron de ser majestuosos para convertirse en esculturas fantasmales. A diferencia de ese panorama exterior, Tomás sentía la calidez y la ternura con que Jesús colocaba sobre su cuerpo una raída manta para defenderlo del frío, que se hacía sentir rigurosamente puertas afuera del rancho. Sereno y tranquilo, se quedó dormido. En su sueño se vio en el interior del templo evangélico al cual con su familia y vecinos concurría dominicalmente. Allí, observaba absorto la imagen de Jesús, que clavado en la cruz le sonreía cálidamente. El sueño potenció su placidez.
Los hombres que participaban de la búsqueda, se dividieron en dos grupos. Un par de vecinos hacia un rumbo y el padre y hermano de Tomás hacia otro. Llegada las primeras horas de la noche y ante el fracaso de la pesquisa, los tres miembros de la familia Taylor decidieron pernoctar y aprovechar las primeras luces del día siguiente para continuarla.

II.

Lautaro, el mayor de los hermanos Taylor, fue el primero en despertar. Somnoliento aún, percibió el paso veloz de un pequeño animal salvaje que desapareció tras unos matorrales. A los pocos segundos, sintió un sonido seco y al mismo instante el gemir agonizante del animal. Caminó unos pasos, rodeo el matorral y vio cómo un conejo salvaje había caído en las garras de una trampa preparada por el hombre. Lautaro, se sacudió como si una descarga eléctrica lo hubiera alcanzado.
—¡Jesús! ¡Cómo no se nos ocurrió caminar en dirección a su rancho! — exclamó.
Su padre y su hermano, que ya se encontraban a su lado asintieron ilusionados. Aquella trampa y aquel agonizante animal, les señalaban una vía precisa de búsqueda. Ellos sabían que Jesús, merodeaba amplias zonas del bosque y era factible que pudiera haber visto al niño perdido.
La sospecha se confirmó luego de unos minutos. Tomás descansaba en el rancho de Jesús. Los cuatro varones de la familia Taylor se abrazaron emocionados. El padre se despidió de Jesús con un fuerte apretón de manos, mientras que Tomás rodeó el cuello del hombre por espacio de varios segundos en señal de agradecimiento y afecto.
El comentario sobre la aventura vivida por Tomás duró un par de días en el caserío. Jesús volvió al pueblo periódicamente y como era habitual, la mayoría le rehuía y los niños le temían. Por el contrario, Tomás, profundizaba su relación amistosa con Jesús compartiendo largas charlas.

III.

Un joven de 30 años, descendió de su automóvil. Miró a su alrededor. Poco o nada había cambiado en el poblado desde que él partiera 15 años atrás. Durante ese período, había regresado dos veces. Ambas con tres meses de diferencia. Regresó a despedir los restos de su madre y al poco tiempo los de su padre que no había podido soportar la soledad.
Tomás avanzó a paso firme hacia el templo evangélico en el cual lo esperaba Jeremías, su amigo de la infancia convertido en el pastor del lugar. Fue Jeremías el que le comunicó la muerte de Jesús. Se abrazaron, conversaron sobre el hecho que los había convocado y, después de otro fuerte abrazo, se despidieron.
El muchacho entró en el bosque. El sol ya no ingresaba como aquel día en que se había extraviado 20 años atrás. El verano estaba en plenitud y el frondoso follaje de los árboles impedía que la luminosidad fuera total. Existían además senderos marcados que facilitaban el acceso a las zonas más densas del lugar. Encontró rápidamente el rancho, convertido hoy en una vulgar tapera. En el claro del bosque, divisó el montículo de tierra, las blancuzcas piedras que lo cubrían y la pequeña cruz de palo enclavada sobre él. Tomás se inclinó frente a la tumba de su gran amigo. Unas lágrimas rodaron por sus mejillas y el recuerdo del hombre cubriéndolo dulcemente con una manta, la extraña calidez del rancho y aquel trozo de carne asada volvieron a su mente, alimentando y alegrando su dolido espíritu.
No pudo precisar cuánto tiempo estuvo parado frente a la tumba. De pronto algo lo motivó a alzar su vista. Un grupo de extrañas y coloridas aves, surcaban el cielo en dirección opuesta a la que él había tomado. Sonrió y se dijo que una vez más, aquella bandada le señalaba un camino. Esta vez, el de regreso. Atrás lo esperaban su trabajo en el laboratorio, esposa Matilde y su hijo de 2 años al que había bautizado con el nombre de Jesús. Jesús como el de Cristo. Jesús como el del ogro del bosque, aquél que también llevó su cruz y que para Tomás supo ser otro dios de carne y hueso.

Vejez

A mi esposa Lucía, sostén inigualable y compañera permanente

Aparece de pronto, tomándome por sorpresa. Pequeños síntomas me anuncian, aunque mi conciente no lo perciba, que el ciclo evolutivo comienza a transitar la curva del regreso. El espejo marca con precisión la vejez, pero la imagen que devuelve, no me sorprende ni me preocupa. Esa figura que veo reflejada me sigue perteneciendo, simplemente sigo siendo yo mismo. Ni siquiera el deterioro físico es un síntoma que me alarme en demasía. Pero algo va cambiando a mi alrededor. El trato de los demás enciende la luz de alarma. Mi autoestima, mi seguridad que hasta ayer me mantuvieran “joven” declinan inexorablemente. Voy quedando al costado de los hechos. El respeto de otrora cambia su matriz. Ahora lo que respetan los demás son mis canas, mis arrugas, mi físico deteriorado, al que no le daba demasiada importancia. La vejez, ha llegado.
Pero me aferro a los recuerdos, me apoyo en todo lo que creí ser y me resisto a que comience la agonía. Entonces, recurro a toda mi experiencia, a la sabiduría que los años, la militancia, el protagonismo, el aprendizaje y las enseñanzas de otros, me han legado y me planto. Me auto convenzo de que todavía puedo y levanto la cabeza en un dramático grito silencioso: “acá estoy... sigo vivo y aún vigente”.
La vejez trae consigo otro tipo de valores. Es la línea de partida para un volver a vivir. Nazco por segunda vez y un horizonte nuevo, inmenso, infinito, se abre a mi frente. Comprendo abruptamente, así como advertí que la vejez había llegado, que todo ese bagaje de experiencia pasa a ser un capital tan importante que debe ser correctamente invertido. Entonces lo invierto… en la familia, en los amigos, en los que sufren, en los que extienden su mano pidiendo el calor de otra.
Soy viejo y como una continuación de mí mismo están mis nietos. ¡Y sí! la vejez permite que la palabra “abuelo” me emocione, me cargue de energía, me haga gozar de la vida… debo cantar con toda el alma “bienvenida vejez, gracias por haber llegado”.

NESTOR ROMPANI

Madre

Este texto, esta dedicado a mi vieja Estela, pues de ella se trata la narracion.

Mi madre

Un piletón, una tabla de lavar, decenas de guardapolvos, buzos y uniformes escolares dispersos en un enorme canasto de mimbre, amarillento y desvencijado. Estela, como todas las semanas, se aprestaba a lavar y luego planchar la ropa de algunas divisiones de alumnos del colegio Don Bosco de Bahía Blanca, a la que también concurría su hijo mayor. Joven aún, sentía en sus manos el intenso frío que castigaba aquel crudo invierno al sur argentino. Estaba casada con Lidio, un obrero de origen itálico, y era madre de tres hijos de 12, 8 y 6 años, llamados Miguel, Carmen y Mario respectivamente. El magro salario que percibía Lidio como trabajador de una fábrica de soda y gaseosas, el alquiler de la casa que habitaban que debían abonar mensualmente, el alimento, la vestimenta y la educación para los hijos, demandaban de Estela un esfuerzo superior al que su pequeño físico debía soportar. Terminado el trabajo de lavandería y planchado, la ropa era colocada en forma ordenada en bolsas blancas del tipo que suelen usar los marineros. En compañía de Miguel transportaba el fruto de su trabajo hasta la escuela. También trabajaba en casas de vecinos, cuidaba de sus hijos y no sólo los amamantó a ellos, sino que además tuvo fuerza y reserva para hacerlo con Andrés, el hijo de una vecina del barrio, que no tenía las posibilidades naturales de hacerlo.
Estela había nacido casi siendo madre. En su adolescencia, fallecieron sus padres y sus cinco hermanos menores, cuatro mujeres y un varón, quedaron a su cargo. Esta rionegrina silenciosa, humilde, de aspecto tímido y temeroso, era en realidad una leona por su coraje y una bella flor por su dulzura.
Los años fueron pasando, sus hijos crecieron, se casaron y tuvieron a su vez hijos. Lidio falleció y Estela más pequeña que nunca, encorvada no sólo por el paso del tiempo, sino también por el reuma que hacía ya varios años la castigaba sin piedad, siguió de pie, sin vacilar, dando, siempre dando, sin pensar siquiera en recibir algo a cambio.
Cuando su hija Carmen vio fracturada su pareja por los avatares de los ´70, Estela fue a su casa a ponerle el hombro a sus nietos. Nuevamente el piletón, la cocina, la ayuda activa. Nuevamente el trabajo, el sacrificio y la entrega. La madre siempre vigente, sin claudicar ante el dolor físico y el dolor de la ausencia.
Qué potencialidad espiritual debió tener esta mujer, para que recién a los 93 años haya sido alcanzada por la muerte. Allí estaban sus hijos, sus nietos, sus hermanos, sus vecinos y todos aquellos que no quisieron faltar a la despedida de una mujer especial y una madre ejemplar. Como lo hice en aquella jornada me pregunto cuántas veces habrá llorado en silencio, sin que nadie lo advirtiera.
Miles de poetas han escrito sobre la inconmensurable figura de la madre. Seguramente ninguno de ellos, hubiese logrado describir a Estela con su estatura humana que sobrepasó el límite de las palabras y de la razón. Su magia la percibieron solamente aquellos que tuvieron el privilegio de disfrutarla.

NESTOR ROMPANI

Cuentos , Wilson el Boliviano

Se incorporan trabajos realizados en el taller de escritura de City Bell, aclarandose que WILSON EL BOLIVIANO, fue premiado con el 6to. premio por el Ministerio de Trabajo de la Provincia, entre mas de 700 cuentos presentados respecto al trabajo infantil.

Wilson el boliviano

I.
La dimensión Leter, mundo paralelo al de los humanos, estaba habitada por seres etéreos, rezago de la civilización humana. Tenían poderes para introducirse en la dimensión de estos, sin ser advertidos. En este extraño mundo los libros tenían vida y la virtud de procrear casi en forma indefinida. De allí que Constitución (madre de todas las leyes dictadas en la Argentina, el territorio de los hombres) había parido decenas de hijos, a los que enumeró conforme fueron naciendo. Entre ellos, estaban los gemelos 14 y 14 bis. Este último tenía el agregado “bis” por su parecido con el anterior. Ambos gemelos se destacaban del resto por ser sumamente traviesos y causar escozor a las clases altas de los argentinos.
14 bis solía cruzar la frontera entre su mundo y el de los humanos, observando asombrado cómo sus postulados eran violados continuamente por los mismos que habían dado vida a su madre Constitución. Lo que más conmovía a 14 bis era la forma en que eran vulnerados los derechos de los niños, derechos que estaban detallados en diversas normas internacionales y nacionales. Se sentía pisoteado por sus ancestros humanos y se enfurecía porque la Justicia Social y el imperio de los sectores populares que sostenían sus hermanos eran ignorados por los gobiernos títeres de los poderosos. 14 bis veía con ojos indignados y tristes cómo éstos se unían monolíticamente para conspirar, atacar y derrotar a gobiernos con sensibilidad social y respetuosa de la soberanía popular. Esos mismo sectores que salen a la calle sólo cuando están en riesgo de perder unos pocos centavos de su riqueza, los mismos que hablan de democracia, de ley y de cultura y explotan a niños para aumentar sus ganancias.
II.
Wilson Pedraza es un niño argentino de 12 años. Es el menor de siete hermanos e hijo de padres bolivianos. Tanto sus padres como sus hermanos trabajan en predios rurales que circundan a la ciudad de La Plata. Trabajan pura y exclusivamente para la subsistencia, sin horarios, sin que importen las condiciones climáticas, sin dignidad. Los Pedraza no tienen documento y son presa fácil de aquellos que acrecientan su capital merced a la explotación y el esclavismo. Y como los Pedraza hay muchos otros, argentinos, peruanos, paraguayos. Como los Pedraza hay muchos y también hay mucho inescrupuloso amparado por otros inescrupulosos.
Como otra tardecita casi noche de invierno, Wilson acomodó unas bolsas de arpillera y de nylon y unas raídas mantas y se aprestó a dormir. La habitación de Wilson era un altillo semi descubierto de 15 metros de frente por 10 de fondo. Allí estaba Wilson vencido por el cansancio y el dolor que lo liquidaba, rodeado de bolsas de harina apiladas, paquetes de levadura y otros elementos de materia prima para panadería. Siempre se dormía enseguida y se levantaba a las 3 de la mañana, mucho antes que el sol y que los dueños de la panadería, mucho antes que los políticos y mucho antes que los chicos que entran a las 8 al colegio. Wilson hombreaba bolsas, preparaba masas, horneaba panes, los calificaba, limpiaba, acomodaba las bolsas y se acostaba, y así pasaba su niñez. Nunca recibía dinero, ni libros, ni palabras dulces, ni canciones… mucho menos rondas, letras, números colores… de vez en cuando le daban algunos trapos, de vez en cuando aparecía su mamá o su papá o algún hermano.

III.
Eran las cerca de las 8. Como todos los días, los hermanos Carlos y Damián Urquisa acababan de abrir la panadería. El aroma del pan se entremezclaba con el de sus perfumes. Un canillita les tiró el diario sin bajarse de su bicicleta.
—Este negro siempre igual, vamos a tener que decirle al del puesto… viste cómo tira el diario, Damián.
—Negro desagradecido, para colmo que tiene trabajo…
—Mirá, vení, Carlos, lee la tapa de “Noticias de la ciudad”.
—A ver… “Tal cual lo anunciado en la campaña electoral, el flamante Gobierno comenzará con el nuevo sistema impositivo. El objetivo es alcanzar la equidad, redistribuir la riqueza y eliminar el trabajo en negro, entre otras cosas…”
—Pará, dejá de leer, Damián. Estos zurdos, te la canté, vamos a tener que pagar impuesto a la riqueza… y quién te dice no nos salta lo del bolita.
Carlos ascendió la escalera que conducía al altillo, en la parte trasera del comercio. Se acercó a un bollo mezcla de bolsa de arpillera, nylon y humano. Wilson se estremecía convulsivamente, volaba de fiebre y balbuceaba palabras inentendibles. Con los mismos ojos de siempre, Carlos lo contempló en silencio, y lo sacudió. Wilson abrió los ojos.
—¿Tomaste el remedio que te dejó Damián ayer?
—…
—Contestame, ¿lo tomaste o no?
Wilson hizo un intento pero ni siquiera pudo sacar afuera un monosílabo. Hizo un sí con la cabeza y cerró los ojos.
—Tomá un poco más… a ver si mañana ya te podés levantar.

IV.

Era una linda mañana, el sol entibiaba y las copas de los tilos bailaban una danza acompasada. Rodrigo Calderón tomó su carpeta, sus anteojos y una lapicera y los metió en el portafolio. Salió del Ministerio de Trabajo, donde trabajaba hacía 20 años, en busca de su moto que estaba atada a un palo de luz de calle 7. Rodrigo tenía 53 años y trabajaba como inspector. Era sin dudas un luchador. Durante casi toda su carrera, salvo honrosas excepciones, había tenido que luchar con jefes oscuros. Cientos y cientos de denuncias e informes sobre empleadores y empresas habían sido desestimadas una y otra vez por parte de funcionarios que no funcionan. Lo único que hacían con sus denuncias era tomar las direcciones para coimear a los infractores, algo que se había hecho tan usual como el café de las mañanas. Años constatando irregularidades: falta de seguridad e higiene, violación permanente de la jornada de ocho horas, trabajo en negro, explotación de menores. Puede contar con una mano las veces que se hizo justicia. Así y todo, Rodrigo jamás bajaba los brazos.
Aquella mañana, Rodrigo subió a su moto con el ánimo más fortalecido que otras veces. Hacía unos meses que soplaba aire más fresco, más limpio. Las nuevas autoridades tanto a nivel nacional como ministerial habían dado algunas señales, cumplían con algunas promesas de campaña. En eso pensaba cuando llegó a destino. Detuvo la moto, la aseguró en el parante de un toldo de un negocio. Leyó el cartel: “Panadería La Ideal de Carlos y Damián Urquisa” y entró.
—Acá tiene los papeles… todo en regla, señor –alardeó sonriente Carlos.
—¿Es un control de rutina o ha recibido alguna denuncia? –preguntó Damián.
—Muy bien… esto está bien… o también… ¿empleados? ¿tienen empleados?
—No, señor, es una empresa familiar… todo lo hacemos nosotros.
—Ajá… necesitaría ver el baño.
—Por acá, venga –lo guió Damián.
—Muy bien… ¿el matafuego?
—El matafuego está allá y acá están las certificaciones de la última carga –contestó Carlos.
—¿Aquel altillo? ¿Qué hay en aquel altillo?
—¿El altillo? Ah, sí, el altillo… nosotros le decimos el depósito… ahí hay bolsas de harina, placas de horno… materia prima –balbuceó Carlos ya no tan sonriente.
Rodrigo comenzó a subir las escaleras. Con cada paso suyo se iban transfigurando las caras de los Urquisa. Rodrigo quedó paralizado frente a la escena. Un niño acurrucado, transpirado, sucio y tembloroso escupía palabras mezcladas: mamá, frío, ir, malo, mamá, pan, duele, pan, mamá.
—Pobrecito, es un nene de la calle… lo recogimos anoche para darle un techo y comida, estaba en plaza Italia solito, pobre –mal mintió Damián a espaldas de Rodrigo.
Rodrigo quedó unos instantes más en silencio. Los cachetes se tornaron violetas, los ojos le brillaron.
—Agradezcan a Dios que no puedo perder el trabajo porque tengo una familia, sino ya los hubiese tirado por la escalera.

V.

En el Hospital Sor María Ludovica de La Plata, en una cama despintada pero limpia Wilson dormía. Ya no temblaba y estaba seco y abrigado. Uno de cada lado de la cama, los papás lo contemplaban y lo acariciaban despacito. Escuchaban una radio portátil bajita para que Wilson no se despertara: “Durante la jornada de ayer, inspectores del Ministerio de Trabajo de la Provincia clausuraron más de 50 comercios de la región. Se detectaron diferentes irregularidades, entre ellas la explotación de menores a quienes tenían en condiciones inhumanas. Además se realizaron operativos en las zonas rurales en donde encontraron situaciones de trabajo en negro y reducción a la servidumbre. Las personas afectadas están bajo asistencia médica y jurídica…”.

VI.

—Mamá, ¿puedo convertirme en un niño humano? Dale, dale, daleeee, es sólo por un tiempo –preguntó 14 bis.
—Hijito, vos no sabés los peligros que se corren en esa dimensión –contestó la siempre sobria y orgullosa madre Constitución.
—Sí, mami, lo sé. También sé muchas otras cosas, como todo lo que aprendí de vos y de mis hermanos. Creo que eso me da seguridad y sabiduría para poder convivir entre los humanos en Argentina… haré que e respeten y me obedezcan.
—Bien hijo, autorización concedida. Pero sabés que sos parte indisoluble de esta familia, que te debés a ella y que inexorablemente deberás regresar.

VII.

Era el mediodía y Wilson salía de la escuela con la mochila en la espalda cargada de libros y los brazos cargados de abrigo que la madre le había dado por las dudas. Se le acercó Alexis, un compañero nuevo.
—Hola yo soy nuevo en la escuela, no tengo amigos en La Plata porque vengo de una ciudad que queda muy dejos de acá.
—Yo soy Wilson pero me dicen “el Boliviano” porque mis papás son bolivianos.
—Bueno, yo me llamo Alexis pero en mi casa me dicen 14 bis, porque dicen que tengo alma de justiciero.
—¿14 bis?, como el artículo de la Constitución. El señor Calderón, que es un inspector del Ministerio que me encontró y me ayudó, me regaló el libro y me dijo que en él voy a encontrar lo que necesito para defenderme y vivir como los demás chicos.
Wilson y Alexis caminaron juntos, charlando de la escuela, de fútbol, de los power rangers, de qué pesadas que eran sus mochilas… de qué linda que era la señorita Daniela. A partir de aquel día y para siempre fueron amigos incondicionales.
NESTOR ROMPANI

viernes, 17 de septiembre de 2010

A mis amigos

A mis amigos, a la gente que quiero y muy especialmente a los compañeros, con los cuales hemos compartido décadas de militancia y lucha por un mundo mejor, en cual la justicia social, debería ser el eje primordial. Mencionarlos a todos, seria prácticamente imposible y podría caer en la irreverencia de dejar de nombrar a alguno de ellos, que jamás debería ser dejado de mencionar. Aquellos compañeros y amigos que reciban este mail, sabrán que a ellos me refiero, que es a ellos a quienes quiero, admiro, respeto y agradezco todo lo que me han enseñado. A ellos mi sincero reconocimiento
NESTOR M. ROMPANI

TRABAJADOR MANO CALIENTE

Desde el fondo de la historia, me humillan, me explotan y me destruyen. Me matan y me resucitan para volverme a matar en un ciclo malvado y perverso.
Yo soy el minero chileno que lucha por su vida a 800 metros de profundidad. Soy el gaucho que montado a caballo cuida las vacas que son ajenas, mientras recito mis penas. Soy aquel que en Chicago, se vio convertido en mártir. Soy el pescador que arroja sus redes que convierte en cientos de gaviotas que se elevan sobre las aguas para caer verticalmente en busca del alimento que ofrece el mar. Soy el hombre de uniforme azul, que recorre las vías, trabaja en las estaciones, conduce locomotoras …soy la imagen del ferrocarril.
Soy el oficinista que trabaja en precarias condiciones, soportando el maltrato de la patronal. Soy el hachero del monte chaqueño y el obrero de la zafra azucarera.
Soy el docente que en zonas inhóspitas de nuestra patria, sacrifica el bienestar en aras de educar, enseñar y hasta alimentar a chicos olvidados por la sociedad.
Soy el albañil al que le cantan Teresa Parodi y Antonio Tarrago, que mientras subido al andamio, observa solo cemento a su alrededor, sueña que desde lejos le llega un zapucay y que lo acerca al terruño que lo vio nacer.
Soy ese hombre extremadamente flaco, con desprolija barba, casi sin dentadura, que arrastrando un carro recoge cartones para sobrevivir.
También soy la mujer que recibe malos tratos y míseras monedas de sus patrones. Soy la empleada de los supermercados, vejada y humillada, sospechada siempre de ladrona.
Soy también el que escucho los gritos libertarios del “ gringo “ Tosco y del querido German Abdala. Que sueña con los mensajes de Fidel el Gran Cubano, de Sandino en Nicaragua y del “ Che “ que es argentino, Soy el cabecita negra al que Evita le dio su vida. Soy parte del grito de rebeldía de los campesinos de la Patagonia Trágica.
Soy, el que mamo desde el dolor su propia conciencia de clase. Soy en definitiva un trabajador, mejor dicho, un orgulloso trabajador, que tiene siempre su mano caliente, para estrechar la mano de otro trabajador, sin importar su credo, su raza o su militancia política. Soy, pese a todo, el que una vez mas, renueva sus esperanzas de justicia social, inspirado en los nuevos lideres populares de América del Sur y del Caribe. Allí están los hermanos Castro, Correa, Chávez, Evo, Lula, Mujica y aquí, con nosotros, la compañera Cristina, a cuyo proyecto, este trabajador adhiere incondicionalmente.

UN GRAN ABRAZO


NESTOR M. ROMPANI

martes, 7 de septiembre de 2010

MAS ALLA DEL QUINTO INFIERNO

Excremento, escoria, bajeza, miseria, corrupción intelectual o que otro calificativo puede utilizarse para definir y caracterizar el proceder de una oposición salvaje, mediocre, traidora hasta de su propias estructuras partidarias, que nacieron para afianzar la democracia, la ética y la justicia social.
Es tan grande el odio, tan inmensa la envidia y tan evidente la incapacidad para generar ideas que posee esta “maquina de impedir “, que en su afán destructivo, no se avergüenza de defender a ultranza y hasta un grado de decadencia que insulta a los argentinos, a corporaciones, monopolios, poder económico y todo aquello que atenta desde siempre contra los intereses del pueblo. “ Dirigentes “ políticos traidores al mandato popular, soberbios –atributo especial de los mediocres- que se pasean constantemente por los medios televisivos de sus patrones, como TN, Canal 13 o América, solo para rendirles pleitesías, repetir el discurso que Magneto les ordeno pronunciar, agraviando, destruyendo, mintiendo y hundiéndose en el lodo que ellos mismos van construyendo.
Carrio, Duhalde, Sola, Cobos, De Narváez, Sanz, Giudice, Iglesias, Macri, Aguad ( al que Luís Juez califica de “milico” por su vinculación con el represor Menéndez) y el resto de la lacra opositora, han logrado crear estructuras miserables que lleguen por debajo del quinto infierno. Hasta allí, siguen descendiendo sin paradas intermedias.
Al decir que son también traidores de sus propias estructuras partidarias, se esta diciendo que tienen que ver Carrio, Aguad, Giudice, Sanz y compañía con los postulados que históricamente ha levantado la U.C.R. Nada los une, al contrario todo los aleja, de Alem, Irigoyen, Larralde, Lebhenson, Amaya, Illia, Alfonsin y otros grandes luchadores de la democracia y acérrimos enemigos de las corporaciones y los multimedios. ¿Que tienen que ver con Perón y Evita, Duhalde, De Narváez, Macri, Sola y otros traidores?.
Esta banda que en nada disimula su pertenencia a los poderosos, se opuso a la estatización de los fondos jubilatorios y hoy, en el colmo de la demagogia y la desvergüenza, reclama como adalid de la justicia social, la aplicación del 82 % móvil. Anuncian cataclismos, amenazan, insultan y mienten. Se oponen a la reglamentación de la ley de medios, impiden la investigación de delitos de lesa humanidad como los que precedieron a la estafa de Papel Prensa, recurren a embajadas extranjeras para llorar sus miserias, descieden en caída libre hasta el fondo de la ignominia.
No me cabe duda alguna, que este pueblo, al que ellos creen ignorante y despolitizado, engañados por las elecciones parlamentarias del año pasado, les dará su veredicto en el 2.011 y consagrara la continuación y por supuesto profundización de un modelo que ha puesto nuevamente de pie a la Argentina y que ha posibilitado una movilidad social que no reconoce antecedentes. Ellos, ciegos en sus ambiciones personales y ávidos únicamente de aparecer en los medios a los que sirven, miraran al quinto in fierno como una escala superior a la que querrían regresar.

NESTOR M. ROMPANI

DE NUEVO BRILLA EL SOL

Allá por los años 1.992, 1.993, 1.994 o quizás 1.995, nacían, en plena democracia, los pibes que hoy, se alzan contra el orden pre-establecido, confrontando con el poder de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, bregando por la dignidad de la escuela publica. Vuelven los pibes, vuelven los estudiantes..De nuevo brilla el sol.
Quienes como el que esto suscribe peinamos ya muchas canas, soñábamos con que algún día, los estudiantes volverían a las calles para bañarlas de militancia, de contenido político y de la alegría arrolladora de la juventud. De nuevo, brilla el sol.
Recordamos con nostalgia, aquellos años en que se alzaba como himno de lucha la frase “ obreros y estudiantes, unidos y adelante “, cuando desde la secundaria y desde la Universidad, los estudiantes debatían, participaban en política, ganaban las calles, protestaban y hacían oír su voz y su fuerza militante, en aras de una sociedad mas justa. Hoy, observamos con inmensa alegría, como chicos, pibes, hijos de la democracia, que no han heredado el miedo que nosotros aun, mantenemos dormido en nuestro interior, se expresan con una dialéctica que enorgullece a la militancia del campo popular y confrontan henchidos de libertad interior, con los pseudos periodistas como Feinman, Longobardi, Grondona y el resto de esas caterva de reaccionarios que ocupan espacios en la televisión, que intentan descalificar a los pibes endilgándolas posturas políticas, cuando en realidad esa “acusación “, en lugar de descalificar enaltece la actividad de lucha de los estudiantes. Que tengan, a esa edad, afinidad con agrupaciones políticas, sea cual fuere el sello ideológico de las mismas, es algo que enriquece a la democracia y nos hace presagiar mejores tiempos para la Argentina.
Que importante seria que estos chicos, mas temprano que tarde, ocupen bancas en los Consejos Deliberantes, Legislaturas Provinciales y Congreso de la Nación y desalojen de la escena política a las Carrio, las Bulrrich, las Giudice y a los Morales, Los Pinedo, Los Aguad, los Sanz, los Iglesias y todos aquellos legisladores empleados de Magneto, “ clarinistas “ acérrimos, que se arrodillan frente al poder y le dan la espalda a los sectores populares, a quienes dicen, descaradamente, representar.

El sol ha vuelto a brillar, colaboremos para que ninguna nube reaccionaria lo vuelva a ocultar. La Argentina vive un momento excepcional. Todo se discute, todo se debate. La democracia brilla a pleno. Es la hora del pueblo Tenemos la obligación de no dejar pasar esta etapa primaveral. Se debe profundizar el modelo, la justa distribución de la riqueza, la movilidad social y llegar rápidamente a la Justicia Social plena, a la vigencia irrestricta del articulo 14 bis de la Constitución Nacional y a la vigencia de una sociedad rebosante de libertad y despojada definitivamente de los miedos del pasado, como así lo enseñan estos chicos que hoy ocupan la escena política del país.


Néstor M. Rompani